
El silencio del diablo
Estas montañas
son de silencio cuando atraen la
mirada
y chupan con fuerza vertiginosa
pedazos de piel
y generan un viento atroz
sin ruido. Entonces
son un recuerdo de piedra
penetrado de hilos de
agua.
Casi no hay verde. Sólo hay una
bruma
reflejada por una sensación de
polvo de granito
que a veces es gris o
rojizo.
Estas montañas dan amor y pánico
porque guardan
secretamente el silencio.
El sol las recrea mansas cuando
ellas
danzan ellas, aquellas
las queridas
etéreas y desnudas. Con olor de
sexo y de
perfume. Y se mueven lentamente
en los cabellos
los colores de
las piernas y las manos.
Y mis manos entran en las bocas y
en los
agujeros
y se queman de silencio.
Estas montañas crean una vida de
aire
que entra por cada poro, en cada
cuerpo
que aligera todos los cuerpos
que inflama mis ojos que se
buscan
en las miradas
y que mueve mis manos —ves
sobre los cuerpos que danzan