Nadador fugaz, pájaro negro
El agua huye del cuerpo que la surca,
se abre en canal melódico, concede
caricia al nadador, de cuerpo entero,
y en armónico olvido, repentina
cierra su huella en tersa, virgen
luz,
cancela el suceder, concéntrico
temblor disipa,
expulsa la memoria del intruso,
cicatriza
impasible y celeste,
en plácida, verde, dulce calma,
otra vez víspera entera y ya por fin
sin nadie.
Grande es el peso de otra vida
posada en la flexible rama blanca del
cerezo.
Cimbra dócil la florida firmeza,
se curva, oscila, acepta, pero vuelve
a su invicto nivel en bailarín
temblor,
y a la respiración libre y azul,
por donde negro pájaro se aleja
llevándose su sombra, su tenue
demasía
de huésped excesivo.
1976
Shopping Center
Gastar es delicia miserable, dolorosa
y malignamente irreal
como un flotante orgasmo en el ajeno
sueño.
En estas submarinas galerías del mito
del fasto,
en estas exposiciones de modelos
mentales,
alusivos brillos y señales preciosas,
yo podría comprar cualquier cosa
hasta cualquier hora
mientras la luz permaneciera
inmóvilmente fría
y el aire sin dolor ni memoria
ni olor a muerte ni a vida
y la música durara, funcionara,
suscitándome cielos viscerales,
fosforescencia nerviosa,
pululación parásita en el vacío del
espíritu.
Vagabundear, flotar, comprando,
responder dócilmente a los llamados,
entregarse culpable, oblicuamente
al poder suasorio de los objetos,
descansa de vivir, absuelve de vivir,
desvive un rato.
En esta hora detenida en la plenitud
cruel de la mercancía
yo no vivo, yo compro una pausa y un
limbo a salvo de la vida,
yo entro gustoso a la mágica
operación de la oferta,
a su liturgia abstraída, a su fijeza
inexorable,
y a la proclividad de la demanda
caigo
como a un vicio anodino, no de la
carne sino del alma,
pecado de voluntad y de templanza.
Aquí estoy, gastando sin caridad ni
amor
ni necesidad ni alegría
mi temperatura de mamífero viril, mi
agresividad festiva,
consumiendo tiempo y sonido,
amortiguada melopea,
música refrigerada, el sedante
consuelo que segrega el aire
vibrando en los cromados como espacio
suntuario,
iluminando de prestigio exacto y
falso
lujosos fetiches incapaces de
milagro,
la módica teofanía de los tiempos
finales
exhibida y detallada en nichos
deslumbrados.
Me place esta nueva droga, comprar,
gastar, fácil sangría,
tobogán helado, deshielo lunar,
perder por los bolsillos mansos, por
las manos laxas,
los muchos, los pesados días,
las canceladas fechas que integran la
soldada.
Tras de haber repechado treinta
verdaderos ríspidos días
en contra de sí, de la sangre y de lo
justo,
dejarse ir, caer desde la cumbre
inútil
con sencillez suicida y aceptación
justiciera,
entregándose al gasto, limpiándose
del beneficio infame,
deslizándose a la compra por falta de
horizonte,
por asfixia de futuro y desesperanza
de la libertad.
Gastar, situarse expuesto
en el sitio de tránsito del trueque,
en la articulación del vaivén
entre objetos intocables y personas
fantasmales;
repetir, renovar, reiterar un
equívoco de la esperanza,
una apetencia ilusoria, un espejismo
de las manos,
soñando, sin creerlo, en apresar el
aura irreal,
la seducción satánica de la
mercancía,
queriendo ansiosos ser
como la encantatoria apelación nos
supone,
tal como nylon, metal, cristal,
polyester,
nos presumen;
soñando la posesión imposible,
el misterio cálido y vivo de las
viejas materias,
la hueca orfandad de madre de las
nuevas,
nacidas de la cabeza del hombre
como cálculos precipitados al tiempo;
y el enigma real de la cosa cabal y
desnuda
inocente de historia, anterior a
marca y etiqueta.
Recorremos el laberinto amable
empobreciéndonos en el momento
en que nos anunciamos y nos
confirmamos, comprando,
empequeñeciéndonos en el instante en
que asumimos
gesto de crecimiento, de poder y
dominio.
Con impudor cómplice y un sabor a
impostura, sin embargo,
entramos al clan de los sonrientes
dispendiosos,
desesperados abundosos, lujuriosos
desdichados,
condenados al irónico sino de la
indigencia de sí,
a la desposesión de sí, anónima y
melancólica.
Aquí estamos los sonámbulos
consumidores,
caminando sobre alfombras de goma,
recorriendo el juego abstracto del
poder sin poderosos,
del dinero sin dueño, y del reino sin
rey,
donde los amos obedecen y los
servidores sobornan,
pero reina el Becerro, la maquinaria
insomne,
y toda la mecánica acontece caída del
Ser, a los bordes del Ser,
en la enajenada zona del valor
violado.
1963
César Mermet(1923, Malabrigo, Santa
Fe). Con apenas un libro
publicado, hoy
inconseguible, La lluvia y otros poemas, publicado
por la editorial de Rodolfo Alonso en
1980, dos años después de la
muerte de Mermet. Murió en
1978, a los 54 años de edad.